Nada mejor que vivenciar el otoño que con uno de sus elementos principales, la calabaza.
A través de su sensorialidad (que es mucha), los niños y niñas exploran su textura, su temperatura, y lo mejor de todo, finalizamos creando un bizcocho a través de una receta todos juntos, creando la pertenencia de grupo tan importante en estas edades, secuenciando los pasos a través de la mezcla de ingredientes, y culminando con la degustación de nuestro trabajo grupal.
Toda esta actividad rodeada de un ambiente que acompaña a la calma, el respeto a los tiempos, sin obligar al peque que prefiera mantenerse en una posición de observación, y acompañando el desarrollo positivo de los niños y niñas, que es el único fin de todas las actividades que planteamos en la escuela.